La constante e imparable evolución de las nuevas tecnologías está motivando un cambio radical en la forma de pensar y actuar de la ciudadanía, el tejido empresarial y las Administraciones Públicas. En este sentido, se hace patente la inclusión de nuevas herramientas e iniciativas que deben ser aprovechadas por las distintas Administraciones Públicas, tanto para mejorar la relación con los ciudadanos, que cada vez piden más participación y transparencia, y su calidad de vida, como para el desarrollo y el crecimiento basado en los principios de eficiencia y sostenibilidad, para adaptarse a un mundo global cada vez más competitivo.

Así, el mundo Smart no es una definición etérea, al contrario, es a día de hoy un movimiento social y económico que parece imparable a todos los niveles, que además cuenta con un amplio respaldo institucional y financiero para que las iniciativas Smart sean una realidad.

“Smart Cities o Ciudades Inteligentes son aquellas ciudades y municipios que deciden afrontar un fuerte proceso de cambio, organizativo, tecnológico, económico y social, con la visión de transformarse en una ciudad dinámica, capaz de responder con eficiencia y calidad a las nuevas expectativas que demanda la ciudadanía”

Definición andaluza de Ciudad inteligente

En este sentido, y como se puede observar en numerosos ejemplos a nuestro alrededor, el auge de iniciativas Smart, independientemente del ámbito territorial, urbano o rural, son un mecanismo esencial para el crecimiento y desarrollo de los territorios que, además de dar respuesta a las necesidades de sus habitantes, serán un elemento diferenciador para la atracción de turismo, talento, inversión y la generación de empleo, en un entorno cada vez más competitivo.

En cualquier caso, no existe un único modelo de Ciudad Inteligente, de hecho, existen múltiples modalidades, en función de las necesidades y prioridades particulares, y en qué ámbitos incidan (movilidad urbana, eficiencia energética, gestión sostenible de los recursos, gestión de las infraestructuras de la ciudad, gobierno participativo, seguridad pública, sanidad o educación y cultura entre otros). Por ello, para cada territorio el modelo debe ser particularizado y realista, determinándose de forma clara y justificada, tanto el modelo de “ciudad” deseado como los objetivos y prioridades a alcanzar.

En esta línea, en Andalucía se entiende que la definición de los modelos de Smart Cities, si bien deben ser particularizados en función del posicionamiento de la ciudad, éstos deben definirse, como mínimo, en base a los principios de sostenibilidad, tecnología e innovación.

Por ello, en su Libro Blanco, la Junta de Andalucía defiende la ausencia de un modelo único de Ciudad Inteligente, entendiendo que debe ser la propia Entidad Local la que conociendo sus necesidades reales del municipio, quien lidere, supervise e impulse el desarrollo de la ciudad a través de un proyecto concreto de Ciudad Inteligente. Para esto, es imprescindible que el proceso de creación y definición se aborde de forma ordenada y coherente con las necesidades reales, los recursos y capacidades disponibles, elaborándose así una hoja de ruta Smart específica.

Así, en función del grado de madurez del proyecto Smart, desde la Junta de Andalucía se proponen 4 niveles claramente diferenciados:

 

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