A pesar de que el que les escribe intenta estar a la última en lo tecnológico, es una realidad que ya pinto canas. Mas bien, ya “solo” pinto canas. Esto me hace tener una visión algo más vasta de la tecnología, cronológicamente hablando, valorando cada avance como el que más.

Son ya más de 35 años de relación con el software. Recuerdo mis primeras experiencias en las que conocí dos sistemas coetáneos pero muy diferentes entre sí.

Parece que fue ayer cuando recibí un curso de programación sobre sistemas Mainframe Nixdorf, con aquellos terminales “tontos” y ese monstruo de dispositivo central, ocupando toda una dependencia bien refrigerada y bien aislada acústicamente, como no podía ser de otra forma. Sí, aquello era modernidad. Tan moderno era que aún recuerdo una charla del profesor sobre la ventaja de aquellos gigantes discos duros que usaba el sistema frente a las tarjetas perforadas (que eran un pasado muy cercano). Hoy en día ambos forman parte de los museos arqueológicos informáticos.

El otro sistema referido me permitió largas horas de juego, pero también divertidas madrugadas de programación de sencillos algoritmos en ensamblador. Era mi querido Commodore 64. Toda una modernidad. Pertenecía a una saga en la que se apuntaron un gran número de empresas tecnológicas, empezó a despuntar la microcomputadora independiente.

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Pero yo había venido a hablar de la evolución del software, no a contar historias de abuelo cebolleta. No obstante, mis dos experiencias denotan que ya por entonces existían programas/software muy dependientes de la arquitectura física.

Conforme la tecnología evolucionaba en las dos arquitecturas mencionadas, el software evolucionaba también. Las empresas con grandes recursos adquirían costosísimos sistemas, a la vez que el PC evolucionaba en potencia e independencia permitiendo ejecutar software autónomo, que nos divertía e incluso empezaba a ser útil para nuestros negocios.

La mejora de procesamiento, el salto a las pantallas gráficas de “alta” resolución, el CD, o el DVD fueron unos hitos muy importantes para el software, pero lo que supuso un salto cualitativo impresionante fue el establecimiento de redes baratas y sobre todo la red de redes, Internet. Pasamos de software que precisaba un simple disquete para su instalación, a un número exagerado de ellos, hasta que llegó el CD. Con el tiempo también se necesitaban usar varios CDs e incluso varios DVDs. Una locura imparable.

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Sin embargo, bajo mi punto de vista, la mayor revolución/evolución nos la trajo aquel internet 2.0. Para ejecutar el software solo precisábamos tener un navegador. What? ¿Un terminal tonto otra vez? ¡Con la pasta que me he gastado en mi TurboPC! Bueno, aún el mundo de los juegos seguía exigiendo hierro de calidad.

Coexistiendo con la aplicación clásica nativa, Internet nos ofrecía un mundo de servicios, software, en definitiva, al alcance de un simple navegador, sin instalar nada (salvo plugins, muchos pluggins, pluggins para cada cosa). Una maravilla…

Parecía que el SaaS lo era todo. Y no me refiero a lo que fonéticamente nos suena mucho al Servicio Andaluz de Salud, sino al Software as a Service. Una nueva filosofía de software sin instalación, que no precisa de infraestructura propia, sin mantenimientos ni caídas y todo por una módica cuota mensual. Sí, sí, ya con el tiempo y sus “nubes”, también nos llegó el IaaS, el PaaS, o el TaaS (Todo as a Service). Este tipo de tecnología permitía ejecutar grandes aplicaciones en terminales “tontos” con muy poca capacidad. Proliferaron tablets y smartphones que con un simple navegador, nos ofrecía toda la gestión de nuestra empresa. Increible.

Esta tecnología también tuvo sus “subavances” tecnológicos que la fueron mejorando con el tiempo, con una evolución que pasó por la navegación clásica por páginas, mucho código espagueti, el impresionante MVC, la moda de la “ajaxificación” y la última tendencia, las SPA o Single Page Application, que no deja de ser un programita instalado en nuestro navegador que interactúa con los datos de nuestra empresa, evitando la recarga continua de elementos de la interfaz.

Pero también llegaron las Apps. What? ¿Otra vez instalar? Esta vez no hay CDs, pero sí descargas, actualizaciones, otra vez usando almacenamiento interno. ¿De verdad ha sido necesario? ¿Cuánto dinero se han llevado las “Store” imponiendo esta moda?

Poco a poco van surgiendo alternativas que intentan contrarrestar este absurdo que estamos viviendo, como las PWA, que intentan ofrecer lo mejor de todos los mundos y que creo que triunfará sólo si los grandes consiguen hacer negocio con ello.

¿Y qué nos depara el futuro?

En SOLTEL sabemos hacia donde apunta el presente, con aplicaciones en la que la voz, por ejemplo, parece que empieza a coger peso como interfaz de comunicación así como la realidad virtual o aumentada. En la lógica de backend parece que evolucionamos a sistemas más artificialmente inteligentes, con ingente cantidad de datos analizados. Arquitecturalmente a sistemas más descentralizados que han sustituido las “granjas de servidores” por sistemas orientados a microservicios y de estos a sistemas descentralizados como las Dapps, en el que destaca el famoso sistema Blockchain.

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En cuanto al futuro, tenemos más dudas, dado que lo más razonable no es lo que siempre ocurre, como hemos visto a lo largo de este post, y en ocasiones, incluso, se repiten errores del pasado.