Origen:

El software libre inicialmente no existía (o no era concebido como tal), debido a que todo o casi todo el software que se desarrollaba ya era de libre distribución. Esto ocurría puesto que el acceso a los centros de computación u ordenadores de la época eran la verdadera y principal restricción del mismo. No obstante, con el abaratamiento de los costes del hardware y el auge de la profesionalización del sector, los ordenadores personales se pusieron a disposición de un mayor público y lo que antes no era accesible (estaba limitado al ejército, universidades y grandes empresas) encontró nuevos caminos de difusión al gran público, como por ejemplo, la distribución de copias no autorizadas (la mal denominada piratería).

Es en esos momentos, finales de los 70 y principios de los 80, cuando por distintos motivos uno de los hackers del MIT (Richard Stallman) oponiéndose a la creciente privatización del software, concibe la idea de un sistema operativo, software y comunidad libres, es decir, programas/bienes culturales que no teniendo porqué ser gratuitos, podían ser distribuidos libremente.

Aunque actualmente esta idea parece novedosa, sus principios se han utilizado durante siglos en el mundo científico, donde el saber progresa a partir del conocimiento existente (como diría Newton, caminando a hombros de gigantes), la elaboración de nuevas preguntas por resolver o necesidades (nuevas incógnitas en la ecuación) y la revisión por pares (en el caso del software la inspección de los algoritmos para estudiar su corrección).

Este pensamiento, crear un nuevo sistema operativo, que en su momento parecería bastante peregrino, generó dos grandes aportes que sientan las bases de su filosofía:

  • un software libre, es decir, un material sobre el que se puede espiar su código, su contenido
  • una nueva forma de ejecutar los derechos de autor, el copyleft

Este artefacto, el copyleft, no nació para que una obra careciese de derechos de autor o copyright. En su lugar, lo primero que hace es reconocer estos derechos a su autor para a continuación proporcionar una licencia o contrato (por ejemplo la GNU – GPL o Licencia Pública General) donde se permite el uso, copia y distribución de la obra que se encuentra adherida a la misma, otorgando además más beneficios, puesto que todas las obras derivadas o que para su funcionamiento hacen uso de programas incluidas en ella, deben mantener el tipo de licencia original.

En otras palabras, el copyleft surge para que al hacer uso de la licencia que este concede, en cierta medida “contagie” a los productos derivados de los derechos recogidos en el original y ha permitido que algunos desarrollos los cuales inicialmente iban a ser propietarios y estaban basados o hacían uso de software copyleft (por ejemplo, el compilador gcc o el editor gnu-emacs para gnu-linux, protegidos por la GPL), tuvieran que liberarse a esta licencia si querían distribuirse al gran público, aumentando a su vez el potencial de la comunidad de software libre.

Más adelante y para hacer la licencia un poco más flexible se creó la LGPL o GPL reducida para permitir que los programas no GPL pudieran enlazarse a estos (siempre que no constituyan obras derivadas); a su vez, la comunidad también se abrió a nuevos ámbitos, creando la licencia GNU-FDL enfocada a materiales escritos (manuales, libros de texto), entre otras.

 

 

Situación actual

Hace un par de décadas los modelos de negocio en el mundo de la tecnología sufrieron un cambio de paradigma debido al bajo precio que comportaban los nuevos productos digitales que permitieron acercarse al coste cero por copia o unidad de producción. En este entorno internet sirvió de catalizador que promovió el desarrollo de una avalancha de productos “gratuitos”, hasta el punto de que hoy en día gran parte de la población está más habituada a obtener una gran gama de productos de ocio y uso cotidiano de forma gratuita que pagando por ellos. En este contexto los usuarios se han visto expuestos a un catálogo de productos donde lo determinante para su consumo no es tanto la filosofía que lo sustenta, sino su popularidad, funcionalidad y, sobre todo, el precio.

Frente a ello, la industria del software ha tomado dos caminos. Por un lado, algunas empresas han optado por financiar sus costes de forma encubierta mediante el uso de publicidad, o bien, relajando los niveles de privacidad de sus usuarios (en otras palabras, explotando comercialmente la información proporcionada por sus clientes). Así, existen sistemas operativos erróneamente denominados libres, donde a pesar de utilizar software libre de base, las distribuciones se construyen con gran cantidad de software propietario y publicidad comercial; paquetes ofimáticos online gratuitos (con constantes cambios de políticas de privacidad), o bien, sistemas operativos portátiles que incluyen capacidades de rastreo, entre otros.

Por otro lado, se han creado modelos empresariales afines a la filosofía del software libre. Tal es el caso de empresas como RedHat y Apache Software Foundation que generan negocio a partir de software libre u opensource, a la vez que mantienen estándares abiertos. Este campo vive un poderoso auge valorándose actualmente su producción en 11 billones de euros (comprendiendo tan solo el kernel linux la cifra de 2.200 millones).

Esto produce que en el ámbito del desarrollo de software se multipliquen y popularicen las licencias abiertas (Apache License, MIT, BSD, Mozilla Public License, etc.) hasta el punto de que algunas corporaciones generalmente enemigas del software libre (e incluso demandadas por prácticas monopolísticas) crean sus propias licencias abiertas y abren una parte minoritaria de su software.

Hacia dónde nos dirigimos:

El software libre y de fuente abierta está experimentando un gran auge como hemos reconocido a lo largo de este texto. Es bastante ubicuo y lo encontramos en gran cantidad de dispositivos (móviles, ordenadores, servidores, supercomputadores, entre otros) y en multitud de ocasiones no somos conscientes de su uso. Sin embargo, y aunque una de las principales ideas que lo sustenta conlleva el conocimiento e investigación del mismo por el propio usuario, esta multiplicidad hace que, al igual que sucede con la saturación sensorial fruto de la mal llamada sociedad de la información, sea cada vez más complicado examinar exhaustivamente todas y cada uno de las obras que se encuentran en su dominio.

Esto, unido a que los mecanismos de control empresariales, de los medios de comunicación y los gobiernos sean cada vez más sutiles, pueden producir que el usuario final sea cada vez menos consciente del encauzamiento de opinión o alienación al que puede verse sometido.

Así, algunos sistemas operativos pueden incluir puertas traseras que espíen el comportamiento, los buscadores pueden restringir el libre acceso a la información al bloquear o priorizar determinadas búsquedas (como ocurre manifiestamente en algunos países) y los navegadores pueden grabar y remitir el comportamiento en la red de los usuarios en determinados portales (son conocidos los casos de algunas redes sociales bastante populares que han realizado incluso experimentos sobre sus usuarios).

De este modo, para que la base sobre la que se sustenta esta filosofía (tan antigua como el ser humano) siga persistiendo, es necesario una mayor implicación de la comunidad que se beneficia de ella, no solo en su consumo, sino sobre todo en su desarrollo y análisis crítico, pues de otra forma solo sobrevivirá su aspecto gratuito, y eso será durante un tiempo.

Richard Stallman, Software libre para una sociedad libre

Lawrence Lessig, Por una cultura libre